Desde su origen,
las vías del tren han sido arterias vivificantes de un territorio.
Pero cuando lo
que circula sobre sus caminos de hierro es la salud, el oxígeno llega a los
rincones más aislados y necesitados de él.
Desde 1994,
aprovechando los 20.872
kilómetros de tendido férreo de que dispone el país,
circula en Sudáfrica el tren de la salud llamado Phelophepa.
El vocablo Phelopepa nació de una combinación de
términos de las lenguas seSotho y seTswana –dos de las once lenguas
oficiales reconocidas en la constitución política de 1994- y significa “salud
buena y limpia”. Y es esto, sencillamente, lo que el tren de la salud lleva a
las zonas más pobres y desfavorecidas del país. No en vano es conocido, también,
como “el tren de la esperanza”, el “tren de la curación” o el “tren del
milagro”.
En una mañana
gris del mes de febrero, acudí a su encuentro en la estación de trenes de la
ciudad de Grahamstown, en la provincia del Cabo Oriental. Allí estaba, diáfano con
sus dieciséis vagones. En la estación se había improvisado una sala donde
hombres, mujeres, niños y ancianos esperaban a ser llamados desde los
consultorios del tren. Muchos de ellos habían salido de sus casas al rayar el
alba y caminado hasta 30
kilómetros , bajo el sol o la lluvia, descalzos, apoyándose en improvisados bastones, o con
bebés plácidamante atados a la espalda, para recibir salud de manos de los
profesionales de Phelopepa. Quizás por ello difícilmente podían disimular las
sonrisas que invadían sus rostros.
Me dirigí al
grupo y les dije: Molweni! (saludo en Xhosa, la lengua local, que dirige una
persona que llega a un grupo que ya está en el lugar), para recibir como
respuesta, en coro, entre los habituales cuchicheos y sonrisas que siguen a la
sorpresa que provoca que un blanco hable la lengua local, un musical Molo
Mnumzana! (Buen día, caballero).
Luego me dirigí
a uno de los vagones donde me esperaba Magdeline Ntikinca (Maggie, para los
amigos), quien, fiel a su esencia africana, me saludó cálidamente y me regaló
una sonrisa de perlas. Maggie es vicedirectora de Phelophepa y administradora
de la clínica médica. Me invitó a pasar y me contó, con detalle y sin apuros,
cómo funciona Phelophepa.
Los dieciséis
vagones están distribuidos del siguiente modo:
1 para depósito
y lavadero;
1 para la
clínica educativa;
1 para la
oficina de comunicaciones;
1 para la
oficina de administración;
1 para la
farmacia;
1 para el
consultorio clínico;
1 para el
consultorio dental;
1 para la
clínica farmacéutica;
2 para el
consultorio oftalmológico;
4 para los dormitorios
del personal;
1 para el comedor
con cantina y,
1 para la cocina.
El tren, que
alcanza una velocidad máxima de 50 kilómetros por hora, circula durante 36
semanas al año y permanece cinco días en cada estación. Las estaciones en las
que ha de parar varían cada año, en función de las necesidades sanitarias.
Todas ellas, empero, están siempre localizadas en alguna de las siguientes
cuatro provincias (de las 9 en total que tiene el país): Cabo Oriental, Cabo
del Norte, Noroeste y Limpopo. Esto es así porque dichas provincias son las que
tienen las más serias deficiencias de infraestructura médica. El resto del
tiempo no es para descanso. El tren es acondicionado en Bloomfontain, mientras
en Johanesburgo se elaboran los informes sobre el estado de situación en cada
región, se dan a conocer los resultados públicamente mediante conferencias y se
discuten con las autoridades de salud nacionales para, en coordinación con ellas,
planificar estrategias comunes de intervención y trazar la ruta del año
siguiente.
El tren brinda
los servicios de asistencia clínica (todo tipo de patologías, pero en especial
detección y tratamiento precoz de diabetes y cánceres), oftalmología y óptica,
odontología y apoyo psicológico (para casos de estrés, abuso, conflictos
familiares, etc. Como en algunos de estos casos será necesario continuar con la
terapia después de la partida del tren, se derivan los casos a los psicólogos y
trabajadores sociales locales).
Excepto por el
servicio de apoyo psicológico, que es gratuito, por los demás hay que abonar
una módica suma. ¿Por qué si en definitiva los beneficiarios son los más pobres
de entre los pobres? le pregunté a Maggie e, interesantemente, me contestó que
en Phelophepa decidieron establecer una “tarifa social” para que la gente
valore el servicio (según me dijo, los sudafricanos no llegan a apreciar como
“bueno” lo que les llega regalado) y, además, para incentivar la
responsabilidad y la cultura del ahorro. De hecho, una vez que se han definido
las estaciones, y tres meses antes de que el tren arribe, agentes de promoción
de Phelophepa van a las comunidades para confirmar que el tren va a ir ese año,
de modo de dar a las personas el tiempo suficiente para ahorrar el dinero.
Para ofrecer una
idea más gráfica de este punto, conviene dar a conocer cuáles son las tarifas
sociales que se cobran en cada caso. La consulta clínica es gratuita, pero si
de ella surge la necesidad de prescribir uno o varios medicamentos, hay que
abonar 5 rands –R- (a una cotización de 7,22 por dólar estadounidense, unos 69
centavos de dólar). La revisación odontológica es gratuita, pero si es
necesario realizar un test adicional, se debe abonar R10 (u$s1,30) y si es
menester fabricar un par de anteojos (que se hacen en el acto, con la
graduación exacta del beneficiario), R30 (u$s 4,10). La revisación odontológica
también es gratuita, pero las extracciones de 1 o 2 piezas de adultos cuestan
R10 (u$s 1,30), de 3 o más R15 (u$s 2) y de niños, cualquiera sea la cantidad,
R5 (u$s 0,69). Si bien estas tarifas parecen bajas, es importante recordar que
el 40% de la población total de Sudáfrica vive con menos de un dólar al día y,
en las regiones que recorre el tren, estas cifras son mucho mayores. Por eso,
se atiende cada caso puntual y, si Phelophepa verifica la absoluta
imposibilidad de pago, el servicio se ofrece de todos modos en forma gratuita.
Por otra parte, dados los altos costos operativos del tren, es evidente que lo
recaudado a través de las tarifas no es suficiente para satisfacer ni una
mínima fracción de los mismos, desempeñando, en consecuencia, un rol más
simbólico-educativo que recaudatorio.
De este modo, se
atienden, por año en promedio, unas 45.000 personas y se prescriben 21.000
medicamentos aproximadamente.
Pero el impacto
va mucho más allá de quienes se benefician directamente de las prestaciones
médicas. Durante los cinco días en que el tren permanece en la estación, se
realizan un sinnúmero de actividades de alcance comunitario.
Una de ellas es
la “Clínica Educativa”. ¿En qué consiste? Los promotores que visitan las
comunidades identifican a las 25 personas que hayan de tener un mayor impacto
en las mismas (líderes, maestros de escuela, médicos tradicionales) y que estén
dispuestas a asumir responsabilidades en salud de modo voluntario. Estas
personas, una vez seleccionadas, asisten a la clínica educativa, donde los
profesionales de Phelophepa ofrecen un curso de cuidados básicos de salud. Al
concluir el curso, cada participante recibe un manual de consulta de los temas
abordados, se compromete en forma voluntaria a transmitir los nuevos
conocimientos adquiridos al resto de la comunidad, y de ese modo se convierte
en un referente de salud, con el propósito último de descentralizar el sistema
de atención sanitaria. Los manuales se entregan en los idiomas locales, tienen
una redacción sencilla, muchos dibujos explicativos y un carismático personaje
llamado Hester Saludable que guía las explicaciones. Uno de los asistentes que
conocí era un ingcibi, esto es, un
especialista en el arte de la circuncisión (con la cual los Xhosas sellan el
pasaje de la niñez a la adultez entre los varones, al arribar a la edad de 18
años). Orgulloso, era conocido en la comunidad como el “hombre de la cuchilla”
porque por sus manos habían pasado más de 500 niños, por su arte devenidos en
hombres. Pero con un detalle: había utilizado siempre la misma cuchilla. En la
clínica educativa escuchó por primera vez sobre los riesgos de transmisión de
enfermedades que la práctica entrañaba, y propuso que en lo sucesivo cada niño
tuviera su propia hoja, la cual luego se quemaría. Cada año 900 voluntarios
asisten a la Clínica Educativa.
Al mismo tiempo
se realizan campañas de concientización comunitarias. Al momento de mi visita,
la psicóloga de Phelophepa estaba yendo a una escuela rural para ofrecer un
espectáculo de títeres que alertaría sobre los modos de prevención de
enfermedades de transmisión sexual, incluida el SIDA. Esto adquiere dramática
importancia en un país como Sudáfrica que registra el mayor número de personas
seropositivas del mundo (entre 5.3 y 6 millones de personas de un total de 44
millones, representativo de entre el 21.5 y el 25 % de la población total,
según la agencia especializada de las Naciones Unidas para el SIDA, ONUSIDA/UNAIDS).
Uno de los títeres habría de desenrollar, entre risas y sonrojos, un
preservativo sobre una banana.
Otra campaña
apunta contra el abuso sexual de niños y niñas, el cual se ha incrementado dramáticamente
en algunas zonas, de la mano de la emergencia del SIDA. Es que desde hace unos
años ha ido circulando un pernicioso mito que asegura que tener relaciones
sexuales con una virgen cura el SIDA.
La llegada de
Phelophepa tiene, además, un profundo impacto económico en cada comunidad a la
que arriba. Porque lleva a cabo una política de contratación local de bienes y
servicios: así, compra los alimentos a productores locales (se calcula una
demanda diaria de 250 menúes), el diesel necesario para alimentar la locomotora
y el equipamiento eléctrico de los consultorios (se calcula una demanda de 12.000 litros cada 3
semanas) y contrata los servicios de traductores, guardias de seguridad,
serenos y cocineros. Muchos otros se benefician ofreciendo a las personas que
esperan ser atendidas té, alimentos o incluso servicio de teléfono celular. La
premisa subyacente es que cuanto mayores son los ingresos de una familia y
cuanto mayor sea el número de familias alcanzadas, mayores y mejores serán sus
cuidados de salud.
A través de
estos medios, se estima que cada año un millón de personas participan de estas
actividades.
Otros de los
beneficiarios son los estudiantes de medicina que en el último año de la
carrera pueden realizar una pasantía con Phelopepa, bajo las directivas de los
dieciséis empleados permanentes del tren. De este modo, tienen una aproximación
a las diversas problemáticas de salud de todas las zonas del país,
especialmente las más críticas. Cada año, participan de modo voluntario 895
estudiantes y muchos de ellos, después de graduados, deciden volver a trabajar a
las comunidades que visitaron.
Phelopepa es una
iniciativa de la Fundación Transnet ,
entidad desde la que se canalizan los proyectos de impacto social de Transnet,
autoridad sudafricana de transportes. Sus principales donantes privados son
Roche (que donó el vagón de la clínica y mantiene sus operaciones), Colgate-Palmolive
(que donó el vagón del consultorio dental y mantiene sus operaciones) y 3M (que
donó el vagón del consultorio oftalmológico y el instrumental óptico). Del
mismo modo, recibe el apoyo de un sinnúmero de instituciones públicas,
organizaciones de la sociedad civil, universidades públicas y privadas y particulares.
Phelophepa es, a
mi entender, un proyecto que ha sabido responder de manera inteligente,
profesional e interdisciplinaria a una demanda crítica en materia de salud de
los sectores más desfavorecidos de la sociedad sudafricana, maximizando la
infraestructura existente e involucrando a todos los actores en un esquema de
desarrollo de cuidados de salud a nivel comunitario, de modo sustentable. Pero,
más importante aún, que está sujeto a revisión permanente y modifica, como un
tren, su curso sobre la marcha.
Una hermosa
canción xhosa llamada Tshotsholoza
dice en una de sus estrofas: Stimela Siphum´! Stimela Siphum´! Stimela Siphum´!
El tren viene! El tren viene! El tren viene!
Y con él, la
salud, buena y limpia, a los rincones más postergados y excluidos de Sudáfrica.
Qué cautivante resulta viajar por tu blog, (...o con tu blog) ...inmensamente agradecida por que hayas decidido transmitir tus días en el continente africano.
ResponderBorrarEn la oficina, cuando necesito trasladarme por unos minutos, mi mejor elección.
Abrazo desde Cuyo!