martes, 18 de junio de 2013

Phelophepa: Salud buena y limpia sobre las vías (2006)


Desde su origen, las vías del tren han sido arterias vivificantes de un territorio.
Pero cuando lo que circula sobre sus caminos de hierro es la salud, el oxígeno llega a los rincones más aislados y necesitados de él.
Desde 1994, aprovechando los 20.872 kilómetros de tendido férreo de que dispone el país, circula en Sudáfrica el tren de la salud llamado Phelophepa.
El vocablo Phelopepa nació de una combinación de términos de las lenguas seSotho y seTswana –dos de las once lenguas oficiales reconocidas en la constitución política de 1994- y significa “salud buena y limpia”. Y es esto, sencillamente, lo que el tren de la salud lleva a las zonas más pobres y desfavorecidas del país. No en vano es conocido, también, como “el tren de la esperanza”, el “tren de la curación” o el “tren del milagro”.
En una mañana gris del mes de febrero, acudí a su encuentro en la estación de trenes de la ciudad de Grahamstown, en la provincia del Cabo Oriental. Allí estaba, diáfano con sus dieciséis vagones. En la estación se había improvisado una sala donde hombres, mujeres, niños y ancianos esperaban a ser llamados desde los consultorios del tren. Muchos de ellos habían salido de sus casas al rayar el alba y caminado hasta 30 kilómetros, bajo el sol o la lluvia, descalzos, apoyándose en improvisados bastones, o con bebés plácidamante atados a la espalda, para recibir salud de manos de los profesionales de Phelopepa. Quizás por ello difícilmente podían disimular las sonrisas que invadían sus rostros.
Me dirigí al grupo y les dije: Molweni! (saludo en Xhosa, la lengua local, que dirige una persona que llega a un grupo que ya está en el lugar), para recibir como respuesta, en coro, entre los habituales cuchicheos y sonrisas que siguen a la sorpresa que provoca que un blanco hable la lengua local, un musical Molo Mnumzana! (Buen día, caballero).
Luego me dirigí a uno de los vagones donde me esperaba Magdeline Ntikinca (Maggie, para los amigos), quien, fiel a su esencia africana, me saludó cálidamente y me regaló una sonrisa de perlas. Maggie es vicedirectora de Phelophepa y administradora de la clínica médica. Me invitó a pasar y me contó, con detalle y sin apuros, cómo funciona Phelophepa.
Los dieciséis vagones están distribuidos del siguiente modo:

1 para depósito y lavadero;
1 para la clínica educativa;
1 para la oficina de comunicaciones;
1 para la oficina de administración;
1 para la farmacia;
1 para el consultorio clínico;
1 para el consultorio dental;
1 para la clínica farmacéutica;
2 para el consultorio oftalmológico;
4 para los dormitorios del personal;
1 para el comedor con cantina y,
1 para la cocina.

El tren, que alcanza una velocidad máxima de 50 kilómetros por hora, circula durante 36 semanas al año y permanece cinco días en cada estación. Las estaciones en las que ha de parar varían cada año, en función de las necesidades sanitarias. Todas ellas, empero, están siempre localizadas en alguna de las siguientes cuatro provincias (de las 9 en total que tiene el país): Cabo Oriental, Cabo del Norte, Noroeste y Limpopo. Esto es así porque dichas provincias son las que tienen las más serias deficiencias de infraestructura médica. El resto del tiempo no es para descanso. El tren es acondicionado en Bloomfontain, mientras en Johanesburgo se elaboran los informes sobre el estado de situación en cada región, se dan a conocer los resultados públicamente mediante conferencias y se discuten con las autoridades de salud nacionales para, en coordinación con ellas, planificar estrategias comunes de intervención y trazar la ruta del año siguiente.
El tren brinda los servicios de asistencia clínica (todo tipo de patologías, pero en especial detección y tratamiento precoz de diabetes y cánceres), oftalmología y óptica, odontología y apoyo psicológico (para casos de estrés, abuso, conflictos familiares, etc. Como en algunos de estos casos será necesario continuar con la terapia después de la partida del tren, se derivan los casos a los psicólogos y trabajadores sociales locales).
Excepto por el servicio de apoyo psicológico, que es gratuito, por los demás hay que abonar una módica suma. ¿Por qué si en definitiva los beneficiarios son los más pobres de entre los pobres? le pregunté a Maggie e, interesantemente, me contestó que en Phelophepa decidieron establecer una “tarifa social” para que la gente valore el servicio (según me dijo, los sudafricanos no llegan a apreciar como “bueno” lo que les llega regalado) y, además, para incentivar la responsabilidad y la cultura del ahorro. De hecho, una vez que se han definido las estaciones, y tres meses antes de que el tren arribe, agentes de promoción de Phelophepa van a las comunidades para confirmar que el tren va a ir ese año, de modo de dar a las personas el tiempo suficiente para ahorrar el dinero.
Para ofrecer una idea más gráfica de este punto, conviene dar a conocer cuáles son las tarifas sociales que se cobran en cada caso. La consulta clínica es gratuita, pero si de ella surge la necesidad de prescribir uno o varios medicamentos, hay que abonar 5 rands –R- (a una cotización de 7,22 por dólar estadounidense, unos 69 centavos de dólar). La revisación odontológica es gratuita, pero si es necesario realizar un test adicional, se debe abonar R10 (u$s1,30) y si es menester fabricar un par de anteojos (que se hacen en el acto, con la graduación exacta del beneficiario), R30 (u$s 4,10). La revisación odontológica también es gratuita, pero las extracciones de 1 o 2 piezas de adultos cuestan R10 (u$s 1,30), de 3 o más R15 (u$s 2) y de niños, cualquiera sea la cantidad, R5 (u$s 0,69). Si bien estas tarifas parecen bajas, es importante recordar que el 40% de la población total de Sudáfrica vive con menos de un dólar al día y, en las regiones que recorre el tren, estas cifras son mucho mayores. Por eso, se atiende cada caso puntual y, si Phelophepa verifica la absoluta imposibilidad de pago, el servicio se ofrece de todos modos en forma gratuita. Por otra parte, dados los altos costos operativos del tren, es evidente que lo recaudado a través de las tarifas no es suficiente para satisfacer ni una mínima fracción de los mismos, desempeñando, en consecuencia, un rol más simbólico-educativo que recaudatorio.
De este modo, se atienden, por año en promedio, unas 45.000 personas y se prescriben 21.000 medicamentos aproximadamente.
Pero el impacto va mucho más allá de quienes se benefician directamente de las prestaciones médicas. Durante los cinco días en que el tren permanece en la estación, se realizan un sinnúmero de actividades de alcance comunitario.
Una de ellas es la “Clínica Educativa”. ¿En qué consiste? Los promotores que visitan las comunidades identifican a las 25 personas que hayan de tener un mayor impacto en las mismas (líderes, maestros de escuela, médicos tradicionales) y que estén dispuestas a asumir responsabilidades en salud de modo voluntario. Estas personas, una vez seleccionadas, asisten a la clínica educativa, donde los profesionales de Phelophepa ofrecen un curso de cuidados básicos de salud. Al concluir el curso, cada participante recibe un manual de consulta de los temas abordados, se compromete en forma voluntaria a transmitir los nuevos conocimientos adquiridos al resto de la comunidad, y de ese modo se convierte en un referente de salud, con el propósito último de descentralizar el sistema de atención sanitaria. Los manuales se entregan en los idiomas locales, tienen una redacción sencilla, muchos dibujos explicativos y un carismático personaje llamado Hester Saludable que guía las explicaciones. Uno de los asistentes que conocí era un ingcibi, esto es, un especialista en el arte de la circuncisión (con la cual los Xhosas sellan el pasaje de la niñez a la adultez entre los varones, al arribar a la edad de 18 años). Orgulloso, era conocido en la comunidad como el “hombre de la cuchilla” porque por sus manos habían pasado más de 500 niños, por su arte devenidos en hombres. Pero con un detalle: había utilizado siempre la misma cuchilla. En la clínica educativa escuchó por primera vez sobre los riesgos de transmisión de enfermedades que la práctica entrañaba, y propuso que en lo sucesivo cada niño tuviera su propia hoja, la cual luego se quemaría. Cada año 900 voluntarios asisten a la Clínica Educativa.
Al mismo tiempo se realizan campañas de concientización comunitarias. Al momento de mi visita, la psicóloga de Phelophepa estaba yendo a una escuela rural para ofrecer un espectáculo de títeres que alertaría sobre los modos de prevención de enfermedades de transmisión sexual, incluida el SIDA. Esto adquiere dramática importancia en un país como Sudáfrica que registra el mayor número de personas seropositivas del mundo (entre 5.3 y 6 millones de personas de un total de 44 millones, representativo de entre el 21.5 y el 25 % de la población total, según la agencia especializada de las Naciones Unidas para el SIDA, ONUSIDA/UNAIDS). Uno de los títeres habría de desenrollar, entre risas y sonrojos, un preservativo sobre una banana.
Otra campaña apunta contra el abuso sexual de niños y niñas, el cual se ha incrementado dramáticamente en algunas zonas, de la mano de la emergencia del SIDA. Es que desde hace unos años ha ido circulando un pernicioso mito que asegura que tener relaciones sexuales con una virgen cura el SIDA.
La llegada de Phelophepa tiene, además, un profundo impacto económico en cada comunidad a la que arriba. Porque lleva a cabo una política de contratación local de bienes y servicios: así, compra los alimentos a productores locales (se calcula una demanda diaria de 250 menúes), el diesel necesario para alimentar la locomotora y el equipamiento eléctrico de los consultorios (se calcula una demanda de 12.000 litros cada 3 semanas) y contrata los servicios de traductores, guardias de seguridad, serenos y cocineros. Muchos otros se benefician ofreciendo a las personas que esperan ser atendidas té, alimentos o incluso servicio de teléfono celular. La premisa subyacente es que cuanto mayores son los ingresos de una familia y cuanto mayor sea el número de familias alcanzadas, mayores y mejores serán sus cuidados de salud.
A través de estos medios, se estima que cada año un millón de personas participan de estas actividades.
Otros de los beneficiarios son los estudiantes de medicina que en el último año de la carrera pueden realizar una pasantía con Phelopepa, bajo las directivas de los dieciséis empleados permanentes del tren. De este modo, tienen una aproximación a las diversas problemáticas de salud de todas las zonas del país, especialmente las más críticas. Cada año, participan de modo voluntario 895 estudiantes y muchos de ellos, después de graduados, deciden volver a trabajar a las comunidades que visitaron.
Phelopepa es una iniciativa de la Fundación Transnet, entidad desde la que se canalizan los proyectos de impacto social de Transnet, autoridad sudafricana de transportes. Sus principales donantes privados son Roche (que donó el vagón de la clínica y mantiene sus operaciones), Colgate-Palmolive (que donó el vagón del consultorio dental y mantiene sus operaciones) y 3M (que donó el vagón del consultorio oftalmológico y el instrumental óptico). Del mismo modo, recibe el apoyo de un sinnúmero de instituciones públicas, organizaciones de la sociedad civil, universidades públicas y privadas y particulares.
Phelophepa es, a mi entender, un proyecto que ha sabido responder de manera inteligente, profesional e interdisciplinaria a una demanda crítica en materia de salud de los sectores más desfavorecidos de la sociedad sudafricana, maximizando la infraestructura existente e involucrando a todos los actores en un esquema de desarrollo de cuidados de salud a nivel comunitario, de modo sustentable. Pero, más importante aún, que está sujeto a revisión permanente y modifica, como un tren, su curso sobre la marcha.
Una hermosa canción xhosa llamada Tshotsholoza dice en una de sus estrofas: Stimela Siphum´! Stimela Siphum´! Stimela Siphum´! El tren viene! El tren viene! El tren viene!

Y con él, la salud, buena y limpia, a los rincones más postergados y excluidos de Sudáfrica.

1 comentario:

  1. Qué cautivante resulta viajar por tu blog, (...o con tu blog) ...inmensamente agradecida por que hayas decidido transmitir tus días en el continente africano.
    En la oficina, cuando necesito trasladarme por unos minutos, mi mejor elección.
    Abrazo desde Cuyo!

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