martes, 16 de julio de 2013

St. Louis - Playa de los Cristianos / Playa de los Cristianos - St. Louis (sin escalas)


Conocí a Mamadou Diouf Dioum en el Foro Social Mundial de Dakar, Senegal, en enero de 2011.
Oriundo de St. Louis, ciudad ubicada al norte de Senegal, en la frontera con Mauritania, Mamadou me dijo que fue uno de los primeros senegaleses que se embarcó en una “patera” con destino a las Islas Canarias.
Me contó que hizo esa travesía dos veces, y en ambas fue deportado, tras un breve paso por un Centro de Internamiento de extranjeros (CIE). En el segundo viaje le vio la cara a la muerte y salvó su vida de milagro. Desde entonces, se ha dedicado a componer canciones de rap sobre la vida de quienes se embarcan en las pateras y trata de generar conciencia entre los jóvenes que aspiran a viajar sobre los riesgos del viaje (aclara que no para “disuadir”, como hacen los europeos, sino para que, si lo desean, viajen, pero con un “consentimiento informado”).
Tras el fin del Foro Social Mundial, fui unos días a St. Louis y me encontré con él. Muy amablemente, Mamadou me llevó a conocer los secretos de esta ciudad que llegó a ser el “puerto más caliente” de salida de pateras y cayucos con destino a las Islas Canarias.
Para quienes no conocen lo que es un cayuco, se trata de una canoa de fondo plano construida por el vaciado del tronco de un árbol, como el de una palmera de madera blanda como la ceiba.
Una patera, por su parte, es una embarcación plana, abierta, que tradicionalmente se utilizaba para cazar patos, de ahí su nombre.
Los cayucos suelen ser más pequeños que las pateras, pero esto es relativo.
Desde tiempos inmemoriales, los pueblos emplazados sobre la costa de Senegal han vivido de la pesca y se han valido de los cayucos y pateras para obtener el preciado fruto del mar.
Sin embargo, a través de distintos acuerdos comerciales entre Senegal y la Unión Europea, se concedieron derechos de pesca a compañías pesqueras europeas –sobre todo españolas- en el mar territorial senegalés. Tras años de explotación intensiva –para satisfacer el apetito de pescado de los españoles-, la cuenca pesquera quedó diezmada, y los pescadores tradicionales cada vez tenían que ir más lejos, a través del Océano Atlántico en dirección norte, para conseguir pescado (en general, son pescadores de subsistencia, y sólo un pequeño excedente es comercializado). Así fue como se dieron cuenta que estaban muy próximos ya a las Islas Canarias y que… transportar personas en dichas embarcaciones era un negocio más rentable que la cada vez más difícil y costosa búsqueda de pescado.
Entre St. Louis y la Playa de Los Cristianos, ubicada en el extremo sur de la isla de Santa Cruz de Tenerife, España, hay unos 1338 km en línea recta. Para hacer esa ruta, los cayucos y pateras se adentran en el océano en dirección oeste por más o menos dos días y medio de navegación, y luego enfilan hacia el norte hasta arribar, cuatro días después, inshallah, a Playa de los Cristianos.
Transportar personas en cayucos y pateras se ha convertido en un floreciente negocio. Uno de los más conocidos transportistas de migrantes de St. Louis tiene una de las casas más importantes y bonitas de la ciudad, por cuya puerta pasamos con Mamadou en sulky. Le pregunté a Mamadou si el transportista había tenido algún problema con la ley por su involucramiento en el negocio, y Mamadou se limitó a sonreir y dijo: Wala, Wala Bok!
Hacer el viaje, demás está decir, es muy caro. Muchas familias se endeudan fuertemente (a veces con el prestamista local) para pagarle a los transportistas, en la esperanza de que uno de los suyos pueda llegar a Europa y, a través de las remesas, pueda saldar la deuda y ayudar a la familia. Algunos jóvenes, en cambio, parten contrariando los deseos de sus madres, quienes prefieren seguir sumidas en la pobreza antes de entregar sus hijos al mar.
El miedo de las madres, demás está decir también, no es infundado ya que el viaje puede ser muy riesgoso, y las muertes son frecuentes. Las embarcaciones están propulsadas por un pequeño motor, carecen de instrumentos de navegación adecuados, y no están en condiciones, muchas veces, de sobrellevar una tormenta fuerte en alta mar. Las olas han empujado cientos de cuerpos de migrantes a las costas de Mauritania. A tal punto, que el gobierno de dicho país ha tenido que contratar a “enterradores” para dar una digna sepultura a los NN. Muchos enterradores públicos de los migrantes, se dice, han ahorrado parte de sus sueldos para intentar, ellos mismos, subirse luego a una patera…
Al principio viajaban los varones adultos. Como la respuesta de España fue la del rechazo sistemático –previo paso por los CIE´s- , empezaron a ir los llamados MENAS “menores no acompañados o separados” que, a diferencia de los adultos, no eran deportados sino llevados a “pisos tutelados” en distintos ayuntamientos del “continente”. Más tarde se embarcaron también mujeres embarazadas, con la ilusión de suscitar una respuesta más humanitaria en las autoridades españolas.
Dependiendo del tamaño, los cayucos y pateras pueden transportar entre 20 y 40 personas, pero ha habido casos de hasta cien pasajeros. Según me mostró Mamadou, durante el viaje se recuestan, cuerpo a cuerpo, sobre la curva de la embarcación para maximizar el espacio (no pude evitar que me vinieran a la memoria los diseños de “sardinas” de las embarcaciones esclavistas del siglo pasado). Las mujeres cocinan thiebu dien (plato típico de Senegal, a base de arroz y pescado) y, para hacer ameno el viaje, los migrantes suelen entonar cánticos y batir palmas.
Si los migrantes tienen la suerte de llegar con vida a Playa de los Cristianos, son recibidos por el personal de la Cruz Roja, el cual les brinda unas frazadas (cuya tela inspiró la obra del artista senegalés Oumar Mbengue Atakasso “Perdido y Encontrado”) y atención  médica de emergencia. Luego son “clasificados” y distribuidos en función de su edad y/o de su historia. Los senegaleses mayores de edad, en virtud de los acuerdos de repatriación firmados entre Senegal y España, son llevados a uno de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE´s) y luego son deportados en avión. Al principio los vuelos de los deportados arribaban al aeropuerto de St. Louis, pero como éste está cerca de la Ciudad, la noticia corría entre la población local que iba al encuentro de sus familiares y amigos en el aeropuerto, y se daban situaciones de violencia. Por eso luego el gobierno de España dispuso que las deportaciones sean efectuadas al aeropuerto de Dakar. Un amigo mío, piloto de una empresa contratada por el gobierno español para realizar los “charters de los deportados” me dijo que es una de las experiencias más horribles que le tocó vivir, al punto que planteó “objeción de conciencia”. Durante el vuelo, los migrantes, además de estar permanentemente custodiados y esposados, en más de una oportunidad se les inyectan ansiolíticos y, cuando llegan a Senegal, son entregados a sus familiares en un estado de somnolencia tal que es habitual que duerman muchas horas después de volver a casa.
La Unión Europea ha hecho todo lo que está a su alcance para frenar esos viajes en pateras. Curiosamente, dice que lo hace para “proteger a las víctimas” de los “inescrupulosos traficantes”, olvidando que son sus políticas restrictivas las que aumentan los costos y riesgos de la migración irregular. De ese modo, además, relegitima su política migratoria y se gana el corazón de gran parte de la opinión pública europea. En St. Luis, hay muchos proyectos de enseñanza de oficios financiados por la Unión Europea (las estadísticas demuestran que el perfil medio de los migrantes que se embarcan en pateras tiene un bajo nivel de formación, con lo cual los europeos pensaron que “dando herramientas” para que obtengan trabajo en Senegal podrían verse disuadidos en el futuro de emprender el viaje). Además, imprimen materiales informativos y desarrollan campañas de concientización en escuelas. Como esas estrategias “suaves” no han sido suficientes, directamente han pasado a patrullar las aguas jurisdiccionales senegalesas con los buques de Frontex (la agencia europea de control de las fronteras exteriores de la Unión), en miras a interceptar los cayucos y pateras que circulen por allí y obligarlos a regresar a la costa.
Mientras esto sucede, Mamadou Diuof Dioum sigue componiendo temas y tocando el teclado en la orquesta Afro Band. Sueña con ser un músico famoso y compartir su arte en Europa (pero entrando por la puerta grande, con visa y todo).
Tras despedirme de Mamadou, volé a Tenerife, donde me encontré con un amigo de la infancia, Tony Fontán, quien me llevó a conocer la Playa de los Cristianos.
Mi viaje de St. Louis a Tenerife fue más rápido, cómodo y agradable que si lo hubiera hecho en patera. Pero yo pude hacerlo porque tengo el privilegio de pertenecer a una clase social que puede desplazarse entre las fronteras estatales sin mayores dificultades.

Migrar, hoy, es un derecho de clase. Espero que algún día, inshallah, deje de serlo.

Cayucos en St. Louis


Vista panorámica de St. Louis


Mamadou Diouf sentado en el borde de un cayuco


Mamadou y los cayucos de St. Louis


Lugar donde aguardan los migrantes
antes de ser embarcados


Mamadou muestra la posición en la
que viajan en la patera


Cayucos en la costa de St. Louis, Senegal


Mamadou exhibe la parte exterior de la sala de espera


Patera en construcción


Pescado secado al sol


Patera en St. Louis, Senegal


Sulky surcando las calles de arena de un barrio de St. Louis.
A lo lejos se ve la casa del transportista de migrantes


Mamadou Diouf en la costa de St. Louis, Senegal


Un senegalés, con la camiseta de argentina, se entrena
mirando hacia el Océano Atlántico


Cayuco zambulléndose al mar


Pescadores en un cayuco, St. Louis, Senegal


Los niños juegan entre los cayucos en St. Louis


Playa de los Cristianos, destino anhelado de cayucos y pateras





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