En el puerto de Freetown, capital de
Sierra Leona, como en otros puertos de Africa occidental, viven y/o trabajan
niños, niñas y jóvenes, separados de sus familias por distintos motivos.
Sobreviven haciendo changas como estibadores, lustrando zapatos, cargando
equipaje, u ofreciendo a la venta café instantáneo.
Como la convivencia en las zonas
portuarias suele ser conflictiva, algunas ONG´s se acercan a los jóvenes y les
proponen conformar “comunidades juveniles” en las cuales se consensuan mínimas
reglas de conducta y mecanismos de resolución de los conflictos que puedan
suscitarse en su seno.
Cuando estuve en Freetown, pude
conocer a alguno de los integrantes de una de esas comunidades, llamada “Sea
Side Youth Community” y ubicada –como su nombre lo indica- junto al mar.
Allí me contaron que muchos de los niños y jóvenes se acercan al puerto con la
intención de embarcarse como polizones. Algunos se suben debajo de los camiones
que ingresan a la zona portuaria y luego tratan de esconderse en los barcos.
Otros se lanzan a nadar al mar, procurando sortear el muro que rodea a la zona
portuaria, y de allí, una vez más, tratar de subirse a un barco. Si son descubiertos,
los llevan a una comisaría que está ubicada junto al puerto, donde permanecen detenidos
dos o tres días y luego son liberados.
Mientras estaba compartiendo con los
jóvenes algunas anécdotas y un exquisito jollof
rice (arroz cocido en abundante aceite de palma y pimienta), vi que, de
repente, un joven pasó corriendo por la explanada del puerto en dirección a la
comisaría que mencioné antes. Detrás de él, una horda enardecida de niños,
jóvenes y adultos, armados con pangas (cuchillos largos) y palos, lo perseguían
incesantemente procurando darle cacería. Curiosamente, el joven había ido a “refugiarse”
a la Comisaría (aparentemente era mejor estar privado de la libertad que ser
linchado por la horda). El joven habría hurtado alguna cosa a otra persona, la
víctima alertó a los transeúntes, y enseguida se improvisó la justicia popular
que, en este caso, por suerte, quedó en grado de tentativa.
La justicia popular es frecuente en
distintas partes de Africa, ante la creciente desconfianza en las autoridades
policiales y, en general, a la insatisfacción ante la respuesta brindada por el Estado cuando éste es
llamado a resolver un conflicto. En la justicia popular no rige el principio de
proporcionalidad: por un pequeño hurto la persona puede ser golpeada hasta la
muerte o prendida fuego (si hay alguna llanta de auto disponible, es frecuente
que se la coloque alrededor del cuello del “presunto delincuente”, luego se la
rocíe con nafta y se la prenda fuego, lo que es conocido como “el collar de fuego”).
Si los policías están presentes, a veces intervienen (salvando al presunto
delincuente de una muerte segura), a veces no intervienen, y a veces tardan en
intervenir. Tampoco rige el principio de inocencia: basta que una persona diga
con suficiente convicción que otra le robó algo para que se improvise la
venganza pública, las explicaciones no son suficientes, no hay tiempo para el
debido proceso y la sentencia se dicta y ejecuta en cuestión de minutos.
En mis viajes fui testigo directo de
esta situación que acabo de describir y de otra en la estación de colectivos de
Kigali, Rwanda. Aquí, una mujer había hurtado un disco de piratería a una
comerciante, ésta se dio cuenta y empezó a chillar. Enseguida, todas las
personas que estaban por allí empezaron a rodear a la mujer de manera
amenazante, con los ojos hinchados de sangre. No la agredieron pero la
agarraron de un brazo violentamente y la entregaron a la policía (parece que la
justicia popular, el menos en este caso, admite cierta diferenciación de
género).
De otra situación, mucho más grave
aún, no fui testigo directo, pero sí cercano. En Arusha, Tanzania, una amiga
estaba esperando a otra persona en la puerta de un hotel, cuando un joven le
arrebató la cartera y salió corriendo. Su reacción, instintiva, irreflexiva, fue
la de comenzar a gritar y, en respuesta, varios jóvenes que se encontraban por
ahí corrieron al joven, lo atraparon y lo golpearon violentamente. Ese joven
fue luego llevado al hospital, donde murió a causa de las heridas que recibió.
Mi amiga fue a verlo al hospital, donde se enteró de su fallecimiento.
Aún hoy sufre la culpa de haber dado
una señal de alarma por unos pocos dólares y un teléfono que tenía en la
cartera.
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Bienvenidos a Freetown |
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Mercado central en Freetown: la gente lleva lo que tiene para vender: un cinturón, una plancha, dos tomates |
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Zona aledaña al puerto, desde donde ingresan al mar (para sortear por agua el muro del puerto) los polizones |
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Entrada del puerto de Freetown |
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Muro lateral del puerto de Freetown |
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Integrantes de la Sea Side Youth Community |
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Con los integrantes de la comunidad juvenil |
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Uno de los puestos de la comunidad |
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Reglas de la Sea Side Youth Community |
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Joven aprendiz de chofer en el puerto de Freetown |
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Los más pequeños de la Sea Side Youth Community |
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Incidente de justicia popular en Kigali |
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