martes, 16 de julio de 2013

Justicia popular (en grado de tentativa)


En el puerto de Freetown, capital de Sierra Leona, como en otros puertos de Africa occidental, viven y/o trabajan niños, niñas y jóvenes, separados de sus familias por distintos motivos. Sobreviven haciendo changas como estibadores, lustrando zapatos, cargando equipaje, u ofreciendo a la venta café instantáneo.
Como la convivencia en las zonas portuarias suele ser conflictiva, algunas ONG´s se acercan a los jóvenes y les proponen conformar “comunidades juveniles” en las cuales se consensuan mínimas reglas de conducta y mecanismos de resolución de los conflictos que puedan suscitarse en su seno.
Cuando estuve en Freetown, pude conocer a alguno de los integrantes de una de esas comunidades, llamada “Sea Side Youth Community” y ubicada –como su nombre lo indica- junto al mar. Allí me contaron que muchos de los niños y jóvenes se acercan al puerto con la intención de embarcarse como polizones. Algunos se suben debajo de los camiones que ingresan a la zona portuaria y luego tratan de esconderse en los barcos. Otros se lanzan a nadar al mar, procurando sortear el muro que rodea a la zona portuaria, y de allí, una vez más, tratar de subirse a un barco. Si son descubiertos, los llevan a una comisaría que está ubicada junto al puerto, donde permanecen detenidos dos o tres días y luego son liberados.
Mientras estaba compartiendo con los jóvenes algunas anécdotas y un exquisito jollof rice (arroz cocido en abundante aceite de palma y pimienta), vi que, de repente, un joven pasó corriendo por la explanada del puerto en dirección a la comisaría que mencioné antes. Detrás de él, una horda enardecida de niños, jóvenes y adultos, armados con pangas (cuchillos largos) y palos, lo perseguían incesantemente procurando darle cacería. Curiosamente, el joven había ido a “refugiarse” a la Comisaría (aparentemente era mejor estar privado de la libertad que ser linchado por la horda). El joven habría hurtado alguna cosa a otra persona, la víctima alertó a los transeúntes, y enseguida se improvisó la justicia popular que, en este caso, por suerte, quedó en grado de tentativa.
La justicia popular es frecuente en distintas partes de Africa, ante la creciente desconfianza en las autoridades policiales y, en general, a la insatisfacción ante la respuesta brindada por el Estado cuando éste es llamado a resolver un conflicto. En la justicia popular no rige el principio de proporcionalidad: por un pequeño hurto la persona puede ser golpeada hasta la muerte o prendida fuego (si hay alguna llanta de auto disponible, es frecuente que se la coloque alrededor del cuello del “presunto delincuente”, luego se la rocíe con nafta y se la prenda fuego, lo que es conocido como “el collar de fuego”). Si los policías están presentes, a veces intervienen (salvando al presunto delincuente de una muerte segura), a veces no intervienen, y a veces tardan en intervenir. Tampoco rige el principio de inocencia: basta que una persona diga con suficiente convicción que otra le robó algo para que se improvise la venganza pública, las explicaciones no son suficientes, no hay tiempo para el debido proceso y la sentencia se dicta y ejecuta en cuestión de minutos.
En mis viajes fui testigo directo de esta situación que acabo de describir y de otra en la estación de colectivos de Kigali, Rwanda. Aquí, una mujer había hurtado un disco de piratería a una comerciante, ésta se dio cuenta y empezó a chillar. Enseguida, todas las personas que estaban por allí empezaron a rodear a la mujer de manera amenazante, con los ojos hinchados de sangre. No la agredieron pero la agarraron de un brazo violentamente y la entregaron a la policía (parece que la justicia popular, el menos en este caso, admite cierta diferenciación de género).
De otra situación, mucho más grave aún, no fui testigo directo, pero sí cercano. En Arusha, Tanzania, una amiga estaba esperando a otra persona en la puerta de un hotel, cuando un joven le arrebató la cartera y salió corriendo. Su reacción, instintiva, irreflexiva, fue la de comenzar a gritar y, en respuesta, varios jóvenes que se encontraban por ahí corrieron al joven, lo atraparon y lo golpearon violentamente. Ese joven fue luego llevado al hospital, donde murió a causa de las heridas que recibió. Mi amiga fue a verlo al hospital, donde se enteró de su fallecimiento.

Aún hoy sufre la culpa de haber dado una señal de alarma por unos pocos dólares y un teléfono que tenía en la cartera.

Bienvenidos a Freetown

Mercado central en Freetown:
la gente lleva lo que tiene para vender:
un cinturón, una plancha, dos tomates

Zona aledaña al puerto, desde donde ingresan al mar
(para sortear por agua el muro del puerto) los polizones

Entrada del puerto de Freetown


Muro lateral del puerto de Freetown

Integrantes de la Sea Side Youth Community

Con los integrantes de la comunidad juvenil


Uno de los puestos de la comunidad

Reglas de la Sea Side Youth Community

Joven aprendiz de chofer en el puerto de Freetown

Los más pequeños de la Sea Side Youth Community
Incidente de justicia popular en Kigali

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