sábado, 13 de julio de 2013

Jamaicarrow



Durante la sangrienta guerra civil que azotó a Liberia, miles de niños quedaron huérfanos y se fueron a vivir a las playas de Monrovia, la capital del país. Sin asistencia alguna del Estado, de Naciones Unidas o de ONG´s, fueron organizando y autogestionando distintas “sociedades infantiles”, parecidas a las que describió Jorge Amado en su maravillosa obra “Los Capitanes de la Arena” o, tiempo después, pintó con elocuencia Henning Mankell en su libro “El hijo del Viento”. Condenados a una lucha diaria por la supervivencia, los niños elegían a sus líderes y organizaban las estrategias para obtener agua y comida para todos y así: un día más.
Algunos de estos niños paraban en un barrio de Monrovia llamado “Jamaicarrow”. Durante la guerra civil, no había muchos controles en el puerto, y varios de esos “capitanes de la arena” o “hijos del viento” se aventurarían a probar suerte como polizones.
En un día soleado como cualquier otro, cuatro de ellos –Emanuel, Samuel, Tushine e Ibrahim-, después de darle muchas vueltas en sus pensamientos y en sus charlas al calor de los fuegos nocturnos, tomaron la decisión de embarcarse como polizones en un barco con destino incierto, el cual, por fortuna o no, tras trece días de navegación, los trajo a nuestras costas argentinas.
Al llegar al país como niños no acompañados y refugiados, tuve el privilegio de ser su tutor hasta que llegaron a la mayoría de edad.
Cuando en una oportunidad les confié a dos de ellos que viajaría a Liberia, me pidieron que me contactara con sus “hermanos” –miembros de la misma sociedad infantil a la que ellos pertenecían- que habían quedado allá, en Jamaicarrow, y me pasaron sus nombres o apodos. Así, debería preguntar por “Orange”, “Otess”, “Casablé”, “Matmo” y “Magaberi”. También me confiaron, por primera vez, cuáles eran los apodos con los que eran conocidos allí antes de embarcarse. En su mezcla de castellano bien porteño y liberian english, me dijeron: “Si decís que vas de parte de Tushine o Samuel, no te van a dar bola. Pero si les decís que vas de parte de “Joe” y “Osho”: Welcome!”.
En Monrovia me tomé un vazá (colectivo) hacia Jamaicarrow, procurando encontrar a los jóvenes.  En el colectivo, un muchacho que dijo llamarse “Muchacho” se interesó por el motivo de la visita del fuipu (blanco) a Jamaicarrow. Le conté y se ofreció a llevarme.
Muchacho me dirigió a una estación de servicio llamada “Joy Service Station”, ubicada frente al puerto (por presiones de los países centrales, Liberia debió implementar rigurosos controles en el puerto –al menos, más rigurosos que antes- y lo que antes era sólo playa ahora lucía un muro alambrado, garitas y cámaras de seguridad y controles de ingreso a la zona portuaria). Me dejó ahí -aclarando que hasta ahí llegaba su ayuda- y me dijo que los jóvenes que buscaba no tardarían en aparecer.
A uno de los jóvenes que estaba allí le pregunté por los amigos de los jóvenes bajo mi tutela, y enseguida se perdió por las callejuelas del barrio que nacía en la estación de servicio, y fue a llamarlos. Al poco tiempo vinieron varios, ansiosos por conocer mi historia y, sobre todo, la historia de sus amigos que habían llegado a Argentina, de quienes no habían recibido noticia alguna y a quienes habían dado por muertos en el océano.
Uno de ellos, Jimms, me contó que se había embarcado junto a Joe en un barco con destino a Santos, Brasil, pero una vez que llegaron al puerto, siendo muy pequeños, los rechazaron y devolvieron a Monrovia.
Otro joven, Kiah Wilson, me contó que se subió junto a ellos a ese mismo barco que los trajo a Argentina, pero a último momento sintió tanto miedo, tanto miedo, que decidió no emprender el viaje. Y confesó sentir un poco de culpa porque daba por muertos a sus compañeros, y creía no haber hecho lo suficiente para evitar que viajaran. Se sintió aliviado de saber que sus amigos habían llegado al país de Maradona (en esto revelan su edad, ya que los más jóvenes dirían el país de Messi) y que, para bien o para mal, habían podido rehacer sus vidas.
Noticias como éstas circulan como una ráfaga y al poco tiempo de mi visita un automóvil negro con vidrios polarizados paró en la estación y de él descendió un hombre que, por sus aires y su modo de caminar, bien podría tratarse de un “big men” (en la jerga liberiana, un hombre importante). Pidió hablar conmigo a solas y accedí.
Me dijo que se llamaba “Castro” y me contó que durante la guerra civil él trabajaba como guardia de la prefectura del puerto y, como tal, debía inspeccionar los buques (no le pregunté cuál era su nuevo cargo, pero ciertamente daba la apariencia de haber ascendido). Me confió que cuando alguien le contó que había un argentino que estaba de visita y que estaba hablando sobre niños que habían llegado con vida como polizones a Argentina “un frío corrió por su espalda”, y decidió salir inmediatamente a mi encuentro. Me dijo que en una oportunidad (“no me pude olvidar nunca”, agregó) le tocó inspeccionar un buque y, en el cabrestante (un pequeño cuarto donde se enrolla la cadena del ancla) se encontró con un grupo de niños escondido, que sólo llevaban gari (harina de cassava), agua y mucho miedo. Los niños le imploraron una y otra vez que los dejara seguir, que en las playas de Monrovia no tenían futuro alguno y, después de cavilar un poco, Castro decidió hacer la vista gorda, y dejarlos emprender la travesía. Me contó que nunca supo que fue de esos niños, y que siempre lo atormentó la idea de que, al dejarlos ir, pudieran haber muerto en el mar. Pero, se tranquilizó luego, de no dejarlos ir también podrían haber muerto en la guerra o podrían haber sido reclutados en las tristemente célebres “SBU´s” (Small Boys Units, las unidades militares comandadas por niños que fueron organizadas, armadas y entrenadas por Charles Taylor).
Yo le dije a Castro que algunos de esos niños habían llegado a Argentina y estaban bien.
Nunca pudimos saber si eran los mismos que había visto aquélla vez.


Pero bien pudieron haber sido.


Vista panorámica de Monrovia (2010)


Centro de Monrovia


Postal de la vida diaria en Monrovia




Entrada a la zona portuaria en Jamaicarrow (2010)


Con los "hermanos" de sociedad infantil de los
jóvenes que estuvieron bajo mi tutela


Joy Service Station, Jamaicarrow, Monrovia
Lugar de reunión de los integrantes de una de las
sociedades infantiles que se formaron durante
la guerra civil.

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