Durante la sangrienta guerra civil que
azotó a Liberia, miles de niños quedaron huérfanos y se fueron a vivir a las
playas de Monrovia, la capital del país. Sin asistencia alguna del Estado, de
Naciones Unidas o de ONG´s, fueron organizando y autogestionando distintas “sociedades
infantiles”, parecidas a las que describió Jorge Amado en su maravillosa obra
“Los Capitanes de la Arena” o, tiempo después, pintó con elocuencia Henning
Mankell en su libro “El hijo del Viento”. Condenados a una lucha diaria por la
supervivencia, los niños elegían a sus líderes y organizaban las estrategias
para obtener agua y comida para todos y así: un día más.
Algunos de estos niños paraban en un
barrio de Monrovia llamado “Jamaicarrow”. Durante la guerra civil, no había
muchos controles en el puerto, y varios de esos “capitanes de la arena” o
“hijos del viento” se aventurarían a probar suerte como polizones.
En un día soleado como cualquier
otro, cuatro de ellos –Emanuel, Samuel, Tushine e Ibrahim-, después de darle
muchas vueltas en sus pensamientos y en sus charlas al calor de los fuegos
nocturnos, tomaron la decisión de embarcarse como polizones en un barco con
destino incierto, el cual, por fortuna o no, tras trece días de navegación, los
trajo a nuestras costas argentinas.
Al llegar al país como niños no
acompañados y refugiados, tuve el privilegio de ser su tutor hasta que llegaron
a la mayoría de edad.
Cuando en una oportunidad les confié
a dos de ellos que viajaría a Liberia, me pidieron que me contactara con sus “hermanos”
–miembros de la misma sociedad infantil a la que ellos pertenecían- que habían
quedado allá, en Jamaicarrow, y me pasaron sus nombres o apodos. Así, debería
preguntar por “Orange”, “Otess”, “Casablé”, “Matmo” y “Magaberi”. También me
confiaron, por primera vez, cuáles eran los apodos con los que eran conocidos
allí antes de embarcarse. En su mezcla de castellano bien porteño y liberian english, me dijeron: “Si decís
que vas de parte de Tushine o Samuel, no te van a dar bola. Pero si les decís
que vas de parte de “Joe” y “Osho”: Welcome!”.
En Monrovia me tomé un vazá (colectivo) hacia Jamaicarrow,
procurando encontrar a los jóvenes. En
el colectivo, un muchacho que dijo llamarse “Muchacho” se interesó por el
motivo de la visita del fuipu
(blanco) a Jamaicarrow. Le conté y se ofreció a llevarme.
Muchacho me dirigió a una estación
de servicio llamada “Joy Service Station”, ubicada frente al puerto (por presiones de los
países centrales, Liberia debió implementar rigurosos controles en el puerto –al
menos, más rigurosos que antes- y lo que antes era sólo playa ahora lucía un muro
alambrado, garitas y cámaras de seguridad y controles de ingreso a la zona
portuaria). Me dejó ahí -aclarando que hasta ahí llegaba su ayuda- y me dijo
que los jóvenes que buscaba no tardarían en aparecer.
A uno de los jóvenes que estaba allí
le pregunté por los amigos de los jóvenes bajo mi tutela, y enseguida se perdió
por las callejuelas del barrio que nacía en la estación de servicio, y fue a
llamarlos. Al poco tiempo vinieron varios, ansiosos por conocer mi historia y,
sobre todo, la historia de sus amigos que habían llegado a Argentina, de
quienes no habían recibido noticia alguna y a quienes habían dado por muertos
en el océano.
Uno de ellos, Jimms, me contó que se
había embarcado junto a Joe en un barco con destino a Santos, Brasil, pero una
vez que llegaron al puerto, siendo muy pequeños, los rechazaron y devolvieron a
Monrovia.
Otro joven, Kiah Wilson, me contó
que se subió junto a ellos a ese mismo barco que los trajo a Argentina, pero a
último momento sintió tanto miedo, tanto miedo, que decidió no emprender el
viaje. Y confesó sentir un poco de culpa porque daba por muertos a sus
compañeros, y creía no haber hecho lo suficiente para evitar que viajaran. Se
sintió aliviado de saber que sus amigos habían llegado al país de Maradona (en
esto revelan su edad, ya que los más jóvenes dirían el país de Messi) y que,
para bien o para mal, habían podido rehacer sus vidas.
Noticias como éstas circulan como
una ráfaga y al poco tiempo de mi visita un automóvil negro con vidrios
polarizados paró en la estación y de él descendió un hombre que, por sus aires
y su modo de caminar, bien podría tratarse de un “big men” (en la jerga liberiana, un hombre importante). Pidió hablar
conmigo a solas y accedí.
Me dijo que se llamaba “Castro” y me
contó que durante la guerra civil él trabajaba como guardia de la prefectura
del puerto y, como tal, debía inspeccionar los buques (no le pregunté cuál era
su nuevo cargo, pero ciertamente daba la apariencia de haber ascendido). Me
confió que cuando alguien le contó que había un argentino que estaba de visita
y que estaba hablando sobre niños que habían llegado con vida como polizones a
Argentina “un frío corrió por su espalda”, y decidió salir inmediatamente a mi
encuentro. Me dijo que en una oportunidad (“no me pude olvidar nunca”, agregó)
le tocó inspeccionar un buque y, en el cabrestante (un pequeño cuarto donde se
enrolla la cadena del ancla) se encontró con un grupo de niños escondido, que
sólo llevaban gari (harina de
cassava), agua y mucho miedo. Los niños le imploraron una y otra vez que los
dejara seguir, que en las playas de Monrovia no tenían futuro alguno y, después
de cavilar un poco, Castro decidió hacer la vista gorda, y dejarlos emprender
la travesía. Me contó que nunca supo que fue de esos niños, y que siempre lo
atormentó la idea de que, al dejarlos ir, pudieran haber muerto en el mar.
Pero, se tranquilizó luego, de no dejarlos ir también podrían haber muerto en
la guerra o podrían haber sido reclutados en las tristemente célebres “SBU´s”
(Small Boys Units, las unidades militares comandadas por niños que fueron organizadas,
armadas y entrenadas por Charles Taylor).
Yo le dije a Castro que algunos de
esos niños habían llegado a Argentina y estaban bien.
Nunca pudimos saber si eran los
mismos que había visto aquélla vez.
Pero bien pudieron haber sido.
Vista panorámica de Monrovia (2010) |
Centro de Monrovia |
Postal de la vida diaria en Monrovia |
Entrada a la zona portuaria en Jamaicarrow (2010) |
Con los "hermanos" de sociedad infantil de los jóvenes que estuvieron bajo mi tutela |
Joy Service Station, Jamaicarrow, Monrovia Lugar de reunión de los integrantes de una de las sociedades infantiles que se formaron durante la guerra civil. |
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