lunes, 29 de julio de 2013

Nuevos sikhs en Argentina

Son varones, jóvenes y vienen del estado de Punjab en la India: hoy quiero hablarles de los nuevos Sikhs de la Argentina.
Mi primer contacto con ellos se dio en el año 2008, cuando me designaron tutor de un joven llamado Amrinder Singh. Luego le siguieron otros, todos con el mismo apellido.
Como no tenía ningún conocimiento del sikhismo y en mi viaje por la India había salteado el estado de Punjab (conocido como “el granero de la India”), me contacté con Lía Rodríguez de la Vega, socióloga especializada en la migración india en la Argentina, quien me introdujo en el fascinante mundo de los sikhs.
En ese entonces, alertada por la existencia de un “nuevo flujo migratorio”, la Dirección Nacional de Migraciones denunciaba en la justicia que existía una mafia dedicada al tráfico y a la trata con fines de explotación laboral en supermercados, que tendría por presuntas víctimas a los migrantes indios. Un joven que se encontraba bajo mi tutela, Amandeep Singh, desapareció de la noche a la mañana y pensamos que había caído en las manos de la mafia: decidimos salir a buscarlo, y encontrarlo.
Alguien me dijo que probablemente se encontraría en la Ciudad de Rosario de la Frontera, en el sur de la provincia de Salta, y allí me dirigí.
Rosario de la Frontera es conocida por sus aguas termales y por el “Hotel Termas”, fundado en 1880 con el nombre de “Hotel Martín García”, en cuyas aguas se bañaron personajes ilustres de la historia argentina. En el año 2010 Rosario de la Frontera estuvo en el centro de la opinión pública nacional por el extraño fenómeno de la ola de suicidios adolescentes que allí tuvo lugar.
Pero no muchos conocen, lamentablemente, que Rosario de la Frontera alberga a la comunidad Sikh más importante de la Argentina. Y que es, también, la sede del único templo Sikh de Sudamérica.
Cuando llegué a Rosario de la Frontera, me contacté con Charan Singh, dueño del hipermercado Kuvefa y uno de los referentes de la comunidad.
Charan es el sobrino del primer sikh que llegó a la Argentina en 1930, y me llevó a conocerlo.
Su tío me contó que, desde que llegó al país, se fue conformando, muy lentamente, una cadena migratoria. El sobrino de quien se encontraba en Argentina venía de la India y trabajaba y vivía junto a su tío. Formaba su propio capital y luego abría su propio supermercado. Y luego llamaba a otro sobrino. Y así sucesivamente.
Los sikhs tienen fama de trabajar mucho, de “sol a sol” (me dijeron los criollos) y constituyen hoy una minoría pujante económicamente en Rosario de la Frontera. Los demás habitantes de la Ciudad les tienen mucho respeto y afecto y reconocen que su prosperidad económica es fruto del esfuerzo y del ahorro.
Con el tiempo, entre los paisanos pudieron reunir el dinero suficiente para construir el primer templo sikh de Sudamérica. Los sikhs llaman a sus templos “Gurdwara” -palabra que viene del sánscrito y significa “camino a Dios”- y una de las obligaciones religiosas de los sikhs consiste en asistir, frecuentemente, a la Gurdwara.
Es hora quizás de que les cuente un poco acerca del sikhismo.
Para quienes no lo saben, se trata de una religión monoteísta fundada en el siglo XV en la región de Punjab (hoy repartida entre la India y Pakistán) por el Gurú Nanak. El término “gurú” viene del sánscrito y significa “guía”, “maestro” o “mentor”.
Entre 1469 y 1708 se sucedieron diez gurúes y sus enseñanzas fueron conformando la llamada “Gurmat” (literalmente “sabiduría del gurú”). El décimo gurú, Gobind Singh, compiló las enseñanzas de los gurúes en el “Gurú Grand Sahib” –el libro sagrado del sikhismo- y, antes de morir, constituyó a éste en el “último y perpetuo gurú”. Además, entregó las manos de la fe a la comunidad religiosa en sí –la totalidad de los hombres y mujeres bautizados- llamada “Khalsa Panth”. Esto, para evitar que al aniquilamiento físico de un gurú ponga en peligro la continuidad de la fe, ya que los últimos gurúes fueron objeto de una incesante persecución religiosa por parte de los hindúes (el sikhismo, entre otras cuestiones, aceptaba a fieles independientemente de la casta a la que pertenecieran, lo que supuso un fuerte desafío a los tributarios del sistema de castas del hinduismo brahmánico).
El sikhismo tiene aproximadamente 30 millones de fieles en el mundo y el estado de Punjab, en la India, es el único en el mundo donde la mayoría de la población profesa dicha religión.
Se espera que los sikhs se conviertan en “Sant- Sipahi” (santos soldados), esto es, que “amen a Dios, mediten sobre Dios, tengan a Dios en el corazón, sientan la cercanía de Dios” y, además, “sean fuertes y valientes para proteger a los débiles de las injusticias”. Los sikhs aspiran a alcanzar el estado de “Chakar vati” – ser siempre libres, nunca esclavos ni oprimidos.
En Rosario de la Frontera no estaba el joven que estaba buscando, Amandeep, pero Charan me dijo que se encontraba viviendo con su tío en Perico, provincia de Jujuy. Así que me dirigí allí.
Frente a la estación de ómnibus de Perico, se encuentra “Singh Comestibles”, una despensa mayorista de alimentos. Me presenté ahí y encontré, finalmente, al joven Amandeep. Quería salvarlo de la mafia de la que supuestamente estaba siendo víctima. Pero. Lejos de ser víctima de una red de trata de personas, Amandeep estaba trabajando como supervisor del negocio de sus tíos, tenía registro de conducir a su nombre y manejaba “la chata” del tío por el pueblo, paraba al mediodía para ir al gimnasio, jugaba al fútbol y compartía asados con amigos argentinos, recibía un buen sueldo de su tío que ahorraba íntegramente, vivía con sus tíos y su primo y ya tenía a varias jovencitas en el pueblo que suspiraban su nombre al verlo pasar.
Amandeep y su primo me invitaron a cenar a su casa junto a sus tíos. Amasaron roti (un pan plano con mantequilla) y prepararon un exquisito daal (guiso de lentejas). Como todos los indios, comimos con la mano derecha. Al terminar de cenar, fui a lavarme las manos al baño y me sequé con una pequeña tela ubicada en el toallero.  Cuando regresé a la mesa, conversamos sobre las costumbres de los sikhs. Allí aprendí que todos los sikhs varones llevan el apellido “Singh” (que en punjabi significa “león”) y que todas las mujeres llevan el apellido “Kaur” (que en punjabi significa “princesa” o “leona”). Cuando un niño o una niña nacen, se abre el libro sagrado “Gurú Gran Sahib” al azar y se escoge un nombre que comience con la primera letra del extremo superior izquierdo de la página del libro. En la celebración del matrimonio, se encuentran el varón y la mujer junto al Gurú Grand Sahib y para formalizar la unión dan cuatro vueltas alrededor del libro. A través de la unión del "león" y la "leona" se alcanza la perfección y desde ese momento se considera que hay “una misma alma en dos cuerpos”.
Los tíos de Amandeep me hablaron luego de las 5 K´s (panj kakar). Para los sikhs, el 5 es el número sagrado, ya que en su tierra natal, Punjab, confluyen cinco ríos que forman el valle más fértil de todo el subcontinente.
Las cinco K´s son artículos de fe que deben usar en todo momento los sikhs que se precien de ser tales, en cumplimiento del mandato del décimo gurú del que ya hablamos, Gobind Singh.
Ellos son el “kesh” (pelo largo), la “khanga” (un pequeño peine de madera), la “kara” (un brazalete de acero o hierro), la “kirpan” (una daga pequeña) y la “kachera” (una especie de calzoncillo que se usa debajo del pantalón). Cuando me dijeron esto último, recordé que quizás lo que había en el toallero no era una toalla, sino una “kachera”. Les pregunté si por casualidad era así, y me dijeron que sí, que las habían dejado allí para que se secaran. ¡Resulta que me había secado las manos con uno de sus artículos de fe! Les confesé mi sacrilegio y me dijeron que no me preocupara, que no tenía por qué saber, y que ellos no tenían por qué dejarlo secar en el toallero…
Como es costumbre entre los sikhs, al terminar la cena bebimos leche caliente, nos despedimos y luego regresé a Buenos Aires.
Los jóvenes sikhs que han estado bajo mi tutela frecuentemente me han invitado a comer. La hospitalidad y la comensalidad comunitaria son muy importantes para ellos. Los sikhs tienen la costumbre de celebrar la comida comunitaria, llamada “langar” –normalmente en las gurdwaras- y si alguien se acerca, es siempre bienvenido a compartir la comida.
Acepté su invitación en dos oportunidades y ambas tuvieron lugar en un supermercado ubicado en la localidad de Malaver, Provincia de Buenos Aires. Los sikhs que residen en Buenos Aires viven, sobre todo, en las localidades de Villa Ballester, Villa Bosch y Malaver.
En la primera invitación, conocí a los “muchachos de la góndola”: detrás de la última góndola del supermercado se improvisaba la vivienda de los jóvenes sikhs recién arribados al país. Allí están apilados los colchones, está la computadora –desde la cual se comunican con sus parientes de Punjab-, la cocina y el altar en honor al Gurú Grand Sahib, acompañado de velas y manteca clarificada (ghee). Mis anfitriones amasaron roti y cocinaron un delicioso guiso de cordero. Como ya había partido el último tren de la línea Sarmiento para regresar a Buenos Aires, me invitaron a quedarme a dormir en el supermercado, y acepté. Luego de cenar y de beber unas copas –los sikhs tienen un deber de abstinencia de alcohol, pero para estos jóvenes el fernet parecía ser más fuerte que sus convicciones religiosas- bebimos la consuetudinaria leche caliente y nos fuimos a dormir, distribuyendo los colchones en el centro del supermercado. Para los que sufrían de insomnio, pusieron una película que contaba la historia de la partición de India y Pakistán, en la que millones de personas se trasladaron de un lado a otro de la frontera en función de su religión (sikhs e hindués hacia el este y musulmanes hacia el oeste). Cuando se desató la violencia inter-religiosa, se realizaron ataques a los trenes en los que viajaba la gente de una u otra religión y se los masacraba, llegando los trenes al otro lado de la frontera con los cadáveres y unos pocos sobrevivientes. A la mañana siguiente, me acompañaron a la estación de tren de Malaver, y regresé a Buenos Aires.
La segunda vez fui con mi pareja y compartimos una velada agradable. Tras la cena, nos regalaron una pulsera a cada uno para que “león” y “leona” estuviéramos siempre juntos, y a mi pareja le colocaron un “tercer ojo” para que “pueda ver lejos”.
Los jóvenes que viven “detrás de la góndola” tienen buenos trabajos, sea en relación de dependencia o como emprendedores. En el supermercado desarrollan una vida comunitaria con sus paisanos y ahorran todo lo que pueden para amasar un capital que les permita iniciar su propio negocio y, luego, formar su propia familia (porque para tener familia, según dicen, hay que tener capital).

Del mismo modo que lo hicieron sus paisanos que, desde 1930, se han aventurado en estas tierras, en busca de una mejor vida para ellos y sus familias.

Cartel de bienvenida a Rosario de la Frontera

"Hotel Termas" y el busto de uno de los "ilustres" personajes
de la historia argentina que se bañó en sus aguas

Leyenda en la entrada del templo sikh

Los Diez Gurúes del sikhismo

Salón de la "Gurdwara" de Rosario de la Frontera

Para ingresar a la Gurdwara hay que cubrirse
la cabeza y descalzarse

Fachada del templo sikh de Rosario de la Frontera

Imagen lateral del templo

Entrada a la Gurdwara

Bienvenidos a la Gurdwara

Imágenes de los Diez Gurúes

Interior del templo sikh

Altar del templo en cuyo centro se sitúa el libro
sagrado del sikhismo "Gurú Grand Sahib"


Camita donde descansa el libro sagrado.
Por la mañana el sacerdote lo "despierta" y lo
lleva al altar principal del templo. Por la noche
lo "acuesta" en su camita y lo cubre con una
sábana.


Local Singh Comestibles, en Perico, Jujuy

Amandeep, su primo y dos empleadas del hipermercado

Amasando roti

Con Amandeep y sus tíos


3 comentarios:

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  2. no puedo creer conosco estas personas de vista pero no sabia su historia... me gusto el articulo lo lei todo...

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  3. buenas noches Marcos,e leido tu nota sobre la comunidad hindu y su costumbres,la cual me gusto ya que yo soy nieto de chanan singh,y recido en buenos aires,hace un tiempo estoy tratando de acercarme a la comunidad,ya que estoy interesado en saber de sus costumbres,y averiguar de donde vino mi abuelo,al que nunca pude conocer y del que siempre me dijeron que era una exelente persona,quiero tratar que mi pequeño hijo Rajiv,conosca su desendencia y mantenga vida las costumbres.
    atte: Ruben Singh

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